viernes, 18 de septiembre de 2009

Tiempos de Guerra--- Dire Straits/ Brothers in arms


Recuerdo una historia que me contaba mi abuela, hace tiempo, en tiempos de guerra. Hoy, por los caprichos de las sinapsis neuronales o flash back`s me vino a la memoria mientras daba un paseo por mi ciudad.
Mi abuela Carmen, que el mes que viene cumple 85 años, cumplía 11 años el día en que acompañó a su madre al ayuntamiento a resolver algún asunto de papeles. Eran tiempos de guerra con bombardeos nocturnos, ruidos de botas por las calles, hambre y cartillas de racionamiento. Casas con la herida de las bombas a medio tejado. Como todas las ciudades de España en aquella época.
En el ayuntamiento se movían hombres que vestían correajes, empuñaban fusiles, liaban tabaco, entraban, salían o estaban parados en grupos. Recordaba el olor a sudor rancio, y el aspecto sucio y desalineado de aquellos hombres. Todo le parecía extraño.Sintió miedo. Su madre la dejó sola un momento, mientras caminaba al mostrador a solucionar sus cosas.
Algunos llevaban brazaletes con insignias, y se quedó hipnotizada por el brillo inmaculado del acero que adornaba, impoluta, el rifle de uno de los hombres que subía escaleras arriba. Pudo ver a otro hombre que la impresionó aún más. Era un tipo joven de unos veinte y pocos años, de mirada azul celeste, tez morena y barba de pocos días. Guapo asegura, guapísimo. Vestía una camisa blanca, pantalón ancho, alpargatas roídas en las punteras y las manos atadas a su espalda.
Cuando subía las escaleras, pudo observar que llevaba un parche en un ojo y una herida en el cuero cabelludo que dejaba un reguero de sangre en la mitad de su cara y parte del cuello. No era sangre roja, era de un color carmesí con tonos negros, seca, como una costra que le tatuaba parte del macizo facial.
Aquel hombre advirtió que la asustadiza niña le estaba clavando sus ojos inocentes, y al pasar a su lado, sin detenerse, la sonrió. Ella, asustada por la sangre, recuerda la camisa blanca de aquel joven. Inmaculada, salvo por algunos restos de sangre, recién planchada y pensó en la madre que le planchó la camisa y que seguramente le estuviera esperando en casa con un plato de comida.
La niña – la señora de casi 85 años después- recuerda aquel momento como si lo hubiese vivido recientemente. Recuerda que fue la primera vez que fue consciente de la sonrisa serena masculina de un hombre con hechuras de hombre. Sólo fue un instante, mientras el hombre seguía adelante custodiado por sus guardianes. Recuerda la sangre parduzca en su camisa blanca y sus manos amordazadas a su espalda.
Días después oyó a una vecina, que habían matado al hijo de la carnicera. Por curiosidad, pasó por la carnicería de aquella mujer y advirtió a una señora sentada en el quicio de la puerta vestida de negro, de la que colgaba un pañuelo arrugado y húmedo por su cintura. Observó las manos de aquella anciana, curtidas pero limpias y pensó que esas manos habían planchado la camisa de aquel apuesto desconocido que le regalo su última sonrisa.
La niña, la señora de casi 85 años, recordaba aquella historia que no pudo olvidar, que no quiso olvidar. No supo, ni sabrá, ni quiso saber, si a aquel hombre lo desenterraron en el año 40 o lo desenterraron ahora. Y que mas da. Nunca le vio la diferencia. Ella me decía, clavándome sus ojos dulces, que contrastaban con la cabellera que los años habían teñido de gris, que todos eran el mismo joven. Hubo muchos jóvenes con una camisa blanca y las manos atadas a la espalda.


2 comentarios:

  1. Pues es una historia dura ésta que te cuenta tu abuela Carmen. A mí mis abuelos nunca me hablaron de la guerra. Quizás ellos prefirieron olvidar (aunque no creo que pudieran) o al menos no recordarlo en voz alta.

    En cuanto al desenterramiento entonces o ahora, entiendo la necesidad de algunos de saber dónde está el cuerpo de su abuelo, su padre o su hermano… es una necesidad muy humana esa de tener un sitio donde poder llevar unas flores y rezar un padrenuestro.

    Otra cosa es el mal uso político que algunos están haciendo del tema, que a veces da la sensación de que tratando de hacer memoria olvidan que hubo muertos por ambas partes…

    Bss

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  2. Hubo muchos jóvenes con una camisa blanca y las manos atadas a la espalda...
    ... y pensó en la madre que le planchó la camisa...

    Siempre escuché esa canción con mucho silencio, con el mismo silencio por el que paso ante historias así, reales, y tan nuestras. Inmenso silencio por aquella nuestra guerra. Y por todas las guerras.

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